Como la Vinotinto en el Mundial de fútbol, el cine venezolano ha salido invicto en los premios Óscar de la Academia, porque nunca ha competido. Estar entre las cinco nominadas que cada año compiten, desde 1956, por un Óscar a la mejor película en lengua no inglesa, constituye ya de por sí un galardón y una categoría significativos. El fetiche y el delirio es por la estatuilla del calvo desnudo, pero el derecho a pelear por él es un honor de altura, que han conseguido solamente cincuenta y un países.
Por una parte, los segundos de proyección en la ceremonia, la caminata por la alfombrita y la nominación son en casi todos los casos la plataforma de promoción más potente que llegan a conseguir estas películas, para conocerse fuera de los circuitos locales o regionales de distribución (para globalizarse). Pero además, «perder» en la entrega de los Óscar es tener el mismo estatus de verdaderos íconos de la cinematografía mundial, como Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Almodóvar, Ese oscuro objeto del deseo, de Buñuel, o Cyrano de Bergerac, de Jean-Paul Rappeneau. Reunir los méritos para estar en ahí no es cosa fácil, y el cine Venezolano sencillamente todavía no lo ha logrado.
Desde 1977 Venezuela ha aspirado 24 veces a esos segundos de proyección, y a esa oportunidad de ganar o «perder» un Óscar. Y como en el fútbol, consecuentemente nunca lo ha conseguido. Pero también como en el fútbol, del 2000 para acá es más frecuente que se diga «casi», e incluso «esta vez sí».
Puntualmente, en 2014 Libertador de Alberto Arvelo quedó entre las nueve preseleccionadas para la nominación {LINK: http://www.elmundo.com.ve/noticias/estilo-de-vida/cine/pelicula–libertador–preseleccionada-para-buscar.aspx}, entre otras 89 postuladas. Pero en las últimas eliminatorias quedó fuera de las cinco nominadas. Ahí se produjo una discusión pública alrededor de un tema que ya había sido objeto de debate en esta época del «casi» y el «esta vez sí»: el nunca oportuno «qué hubiera pasado si». Varias voces salieron a argumentar que a Pelo malo de Mariana Rondón le habría ido mejor {LINK: http://www.eluniversal.com/arte-y-entretenimiento/140904/libertador-desata-polemica}, y que no la postularon porque era menos correcta políticamente.
Ya en 2005 hubo un pequeño escándalo alrededor de la postulación de 1888: El extraordinario viaje de la Santa Isabel, o alrededor de la reacción de Jakubowicz a partir de esta decisión del CNAC.
Ciertamente, la que la crítica y el público consideraban favorita para representar a Venezuela era Secuestro express: ese despliegue de realización cinematográfica y elenco estelar para poner en escena todas las fantasías paranoicas y deseos reprimidos de la clase media sobre los malandros y el chavismo. Por supuesto que aunque tuvo incluso el visto bueno de parte del chavismo fue duramente censurada por figuras del Gobierno, y la postulación de la poco recordada 1888… del gran cineasta Alfredo Anzola fue interpretada como censura. Igual quedó descalificada por presentarse a concurso demasiado tarde.
Uno de los críticos de la postulación de Libertador en 2014, Ángel Ricardo Gómez recordaba un dato importante: desde la polémica alrededor de Secuestro express, la postulación a nominación por Venezuela no la hace el estatal CNAC, sino la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC) y la Cámara Venezolana de Productores (CAVEPROL). Además decía de Libertador: “no creo que sea una muestra del cine que somos sino del que podemos llegar a ser”. Y aunque no hay ninguna razón para pensar que alguna vez vamos a tener un cine donde un presupuesto de 50 millones de dólares sea representativo, tiene mucha razón en señalar que una superproducción épica no da cuenta de los avances que ha habido en la industria cinematográfica venezolana en la última década y media.
Desde allá es postulada este año con apoyo unánime de la crítica y los medios. Espera por la selección de las nominaciones con el viento de cola de una racha positiva del cine venezolano en festivales internacionales, en películas más cercanas al “cine que somos”: realizaciones intimistas y con momentos contemplativos pero atentas a empaparse en del volksgeist que la Academia espera para nominar y premiar en esta categoría. En 2011, El niño que miente de Marité Ugás es la primera película venezolana seleccionada para el Festival de Berlín; en 2013, Pelo malo gana la Concha de Oro en el Festival Internacional de San Sebastián; en 2014, Azul y no tan rosa (producida por una de las coproductoras de Desde allá) gana el Premio Goya; y en 2015, Desde allá se convierte en la primera película no solo venezolana sino latinoamericana en ganar el León de Oro a mejor película en el Festival de Cine de Venecia.
Con la postulación venezolana de Desde allá ya dimos el primer paso: evitar a toda costa el “que hubiera pasado si”. Luego vistos los datos de la quiniela, en Siete Filmes no podemos evitar sumarnos al “parece que esta vez sí”. Y cuando miramos la suerte que históricamente han tenido los ganadores de León de Oro en el Óscar… cerramos aquí la nota para no empavar adelantándonos a los acontecimientos.
A comprar cotufas.