La crítica promete que Desde allá zafa con elegancia de muchas taras históricas del cine latinoamericano: la pornomiseria, la sociologización, el paisajismo bucólico, los estereotipos y el catecismo moral. Pero de una no se salva, y ahí no hay para donde coger: las producciones del realizador latinoamericano siempre caerán en la difusa categoría anglo del cine “independiente”. Lo que aquí también se llama cine “no-comercial”.
¿Independiente de qué? una película como No se aceptan devoluciones, del comediante mexicano Eugenio Derbez, que en 2013 rompió récords de taquilla en México y fue distribuida por Televisa, entró en una lista de las 30 películas indies más recaudadoras de 2013 en Estados Unidos.
No se aceptan devoluciones es indie solamente en la medida en que no es gringa. Fuera de eso, está claramente en las antípodas del “cine no-comercial”. De hecho, Alfonso Cuarón, en una entrevista con Forbes, la pone como uno de los paradigmas del cine comercial más exitoso.
¿Qué queda para el cine latinoamericano “no-comercial” si este pasa por indie? Según Cuarón, mucho. Aunque partiendo de su razonamiento lo primero que hay que hacer es dejar de llamarlo “no-comercial”.
“En números no puedes comparar a Derbez con Reygadas (ganador mexicano en Cannes), pero en escala de rendimiento de recuperación Reygadas gana: primero, porque cuesta poco hacer una película como la suya, recupera rápido y le da la vuelta al mundo sin invertir en marketing, publicidad y exhibición”.
Si se compara la ganancia histórica del cine “no-comercial” con el cine de grandes estudios en términos porcentuales, la diferencia es sencillamente grotesca. Avatar, la película más taquillera de la historia, llegó a casi dos mil millones de dólares en recaudación. Pero en proporción a lo invertido, su ganancia fue de 245 por ciento. La intensísima Pi de Darren Aranofsky apenas se acercó a los cinco millones, pero respecto a lo invertido, ganó 6780 por ciento. La lista sigue. Si uno entra y compara los números puede encontrar cifras literalmente pornográficas como las de Garganta profunda, que tuvo una ganancia de 179900 por ciento. ¿O Garganta profunda no es cine independiente?
Cuarón tiene claro que el valor de “no-comercial” (un cine hecho con intenciones más “altas” que vender) es parte de fundamental de la mercancía “alto cine”, con su público cautivo y sus consumidores fieles. Como los “consumidores orgánicos” de los que habla Zizek, que compran con sus frutas orgánicas el principio ideológico de la solidaridad holística, el cine de autor vende con sus películas el principio anticomercial, y el consumidor compra su mirada distinguida de la masa consumidora.
Aunque Desde allá fue financiada por el Estado venezolano a través del CNAC, la coproductora mexicano-venezolana de la película, Factor + RH, hace comerciales para Quilmes, Nestea, Poseidon, Coca Cola, Ford y Visa. Y su catálogo de producciones cinematográficas tiene todos los registros: comedia romántica, suspenso, época, acción… Desde allá, que tiene un tono, tema y ritmo mucho más propicio a la contemplación, la reflexión y la produndidad del “alto cine”, no es menos comercial que Papita, maní tostón. De hecho, en la cuenta que muy bien saca Cuarón sobre el “alto cine”, Desde allá ha tenido una promoción extraordinaria solo con la sola participación exitosa en festivales, sin grandes gastos de marketing.
Pero si alguien todavía duda de cómo el cine “no-comercial” se puede llevar a los términos del capitalismo más, tiene que conocer Media Society. Son una especie de corredores financieros que invitan a invertir en producciones cinematográficas independientes. Ofrecen unas ganancias que parecen poco verosímiles, si se mira el proyecto anterior de uno de los accionistas, IndieVest (donde también se puede comprobar que no faltó quien invirtiera cientos de miles de dólares).
Sin embargo, lo que venden estos cazadores de gente con piquiña en la billetera no es tanto ganancia segura sino lo llaman “remuneración en pasión”: si te sobra la plata tienes una buena posibilidad de que entre lo más emocionante que hagas en su vida esté sentirse parte del cine independiente. La “pasión” aquí no es solamente una lírica para vender, ni la intensidad contemplativa garantizada por cierto cine independiente: es la posibilidad involucrarse en un negocio donde lo más probable es perder la inversión, pero donde hay una posibilidad remota de multiplicarla como no lo hizo ni La Guerra de Las Galaxias.
Nadie duda que ser cineasta, ser latinoamericano y apostar a la independencia o a algo más que una buena taquilla, es una triple dificultad. Pero quizá los recursos llegan más fácil, si dejamos de asumir que solamente estamos pidiendo apoyo para nuestra creatividad. Y empezamos a asumir que estamos ofreciendo participación en un negocio con tanto riesgo como la ruleta, pero con acceso a sets